La Felicidad para Séneca

Séneca nos dice, con respecto a la felicidad, que a pesar de que toda la humanidad desea ser feliz, las personas son ciegas para saber qué es lo que las hace felices y que cuanto más la buscan más la alejan. Por eso para este filósofo se hace imprescindible saber qué es lo que queremos, para tomar el rumbo correcto para alcanzarla, y no dejarnos llevar por las influencias externas que nos llevan hacia distintas direcciones. Para Séneca la senda más transitada es la menos confiable, nada es menos aconsejable que seguir al rebaño, o sea, la opinión de la mayoría creyendo que es lo mejor para nosotros, eso sería acomodarse y no actuar racionalmente, porque resulta engañoso seguir a los que van adelante, ya que nos pueden guiar al precipicio. Pasa lo mismo en las elecciones de gobernantes, nos dice Séneca, les extraña a los mismos que votaron al partido mayor, que por eso es el peor, que hayan ganado sus candidatos y aprueban lo mismo que critican. Hay que buscar lo mejor no lo más común y frecuente para llegar a ser un pueblo feliz y no lo que aprueba la mayoría o el vulgo que no es fiel intérprete de la verdad. ¿Por qué el hombre no busca lo bueno porque es bueno y no para que lo vean? Una vida feliz es sólo aquella que sigue a su propia naturaleza que se puede alcanzar con el alma sana y el cuerpo saludable. Tiene que ser una vida sin angustias, que se adapte a la época, atenta a las cosas pero sin dejarse llevar por ninguna y dispuesta a disfrutar de la fortuna sin ser su esclavo, alejando a las cosas que perturban. En lugar de deleites pequeños sentiremos gozo continuado, paz y armonía espiritual y grandeza con mansedumbre. Es feliz el que es honesto y virtuoso, el que no se derrumba por los cambios desfavorables, el que tiene un alma libre, recta, audaz y estable, que no siete ni ambición ni miedo. Todo lo demás que viene y se va no aumenta ni disminuye la felicidad, porque no tiene ningún valor y son placeres que producen dolor. Nadie puede ser feliz si no transita el camino de la verdad, y está contento con lo que tiene, porque vivir en plenitud se logra con el juicio recto y seguro de la razón. Muchos son infelices debido a la mala vida, por causa de los placeres mismos que son los que se encuentran generalmente en lugares tenebrosos; en tanto que el bien de la felicidad no conoce el hastío ni el arrepentimiento. El espíritu recto jamás se odia a si mismo y es constante, mientras el placer al primer impulso se marchita, se extingue, porque nada que cambia tan rápido puede subsistir. La naturaleza es la que nos guía y la razón es la que observa. El hombre debe confiar en la fuerza de su espíritu y ser el artífice de su propia vida. Deberá mantener sus convicciones y no cambiarlas a la hora de tomar decisiones, obrando en forma generosa y afable. Los placeres de los sabios son moderados y tranquilos, no vienen por haberlos buscado sino por sí mismos y los que tienen sabiduría los incluyen en su vida como un juego entre las cosas verdaderas. 


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